Nos situamos en el escenario de una historia ficticia. Un cirujano plástico pierde a su mujer en un accidente de tráfico, debido a las graves quemaduras que ésta sufre en su cuerpo. Desde entonces, el médico se obsesiona con una sola idea:
crear piel artificial con la que cree que podría haber salvado la vida de su esposa. Así comienza la trama de Tarántula (de Thierry Jonquet, Ediciones B), la novela negra en la que se inspira el próximo proyecto cinematográfico de Pedro almodóvar, La piel que habito, que ya empezó a rodarse en Santiago de Compostela.
Para lograr su gran reto, este atormentado galeno, ahora encarnado por Antonio Banderas, no duda en recurrir a cualquier método, incluida la transgénesis (introducción de genes de otra especie en las células humanas).
Los truculentos métodos que Jonquet narra en su libro se quedan en el plano de la ficción. En la vida real, los avances de la ciencia permiten trasplantar tejidos de piel humana desde hace varios años. Su papel es crucial en la recuperación y la supervivencia de los grandes quemados con peor pronóstico, es decir, aquellos que tienen una importante superficie del cuerpo quemada, sus heridas son profundas o padecen afectación pulmonar. La mayoría han sufrido percances domésticos, explosiones de gas o accidentes laborales y que han sido causados por productos industriales tóxicos o inflamables (acero, alcoholes, agua hirviendo…), llamas y descargas eléctricas. En el 70% de los casos requieren intubación traqueal y ventilación mecánica.
La destrucción de buena parte de su piel supone una gran pérdida de líquidos, un descenso de la temperatura corporal y un elevado riesgo de infecciones. Como señalan los médicos, sus heridas provocan mucho dolor, por lo que se les mantiene sedados y con analgesia profunda hasta que mejoran. “Son pacientes muy delicados y con un alto riesgo de mortalidad debido, sobre todo, a las infecciones”, explica Purificación Holguín Holgado, jefa de Cirugía Plástica del Hospital Universitario de Getafe (Madrid).
Hay que actuar rápido y “reponer los tejidos perdidos cuanto antes”, recalca Miguel Casares, coordinador de trasplantes y responsable del banco de tejidos del mismo centro. Aquí entran en juego los cultivos de piel, una técnica con la que, “probablemente, la supervivencia aumenta en un 50%, no hay datos científicos”, añade.
Marcela del Río, científica de ingeniería de tejidos del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras (Ciberer) explica el procedimiento: “A partir de la biopsia del propio afectado, se obtienen dos tipos de células: los queratinocitos y los fibroblastos. Se cultivan en una estructura de plasma humano coagulado y, al cabo de unas tres semanas, obtenemos piel artificial con dos capas, la dermis y la epidermis”.
Según el doctor Casares, “su preparación tarda unas tres semanas. Mientras tanto, se pueden utilizar productos sintéticos o piel de cadáver (conservada en los bancos de tejidos de los hospitales) para cerrar las heridas provisionalmente, ya que el sistema inmune acaba rechazando esta piel”.
El Centro Comunitario de Sangre y Tejidos de Asturias (CCSTA), en colaboración con el Ciemat, es el único en España dedicado al desarrollo de piel humana a partir de cultivos celulares. Cada año, genera entre 500.000 y 600.000 centímetros cuadrados destinados a reponer la piel dañada de los enfermos ingresados en las distintas unidades de quemados de los hospitales nacionales. El responsable del banco de tejidos del CCSTA, Álvaro Meana, asegura que “a partir de un fragmento de piel de dos centímetros cuadrados podemos producir tejidos cultivados entre 1.000 y 5.000 veces más grandes que la biopsia original”.
Todo comienza con una llamada del hospital. “Nos ponemos en contacto con Meana, le enviamos la biopsia del paciente y ellos comienzan el proceso en su laboratorio. Al cabo de unos 21 días, recibimos la cantidad solicitada”, indica Casares. Como curiosidad, “para un gran quemado podemos necesitar entre 2.000 y 6.000 centímetros cuadrados […] El proceso es largo. Estos pacientes pasan meses ingresados en el hospital y les intervenimos entre 20 y 30 veces porque los tejidos artificiales no siempre prenden bien, depende de cada paciente”.
Aunque los cultivos de piel han supuesto un gran avance, aún queda camino por recorrer. “Hay células que no tienen, como los melanocitos, y tampoco incluyen los anejos cutáneos (folículos pilosos, glándulas sebáceas…)”, apunta la cirujana Holguín.
“El siguiente reto es mejorar la dermis, para que se parezca más a la humana, sea más flexible, sude, tenga más sensibilidad, para que no haya que hidratarla constantemente…”, adelanta Casares, quien, además de coordinar el banco de tejidos del hospital donde trabaja, está involucrado en varias investigaciones sobre cultivos de piel. “Ahora estudiamos la introducción de células madre en los cultivos para mejorar la cicatrización una vez se trasplanta en el paciente”.
Actualmente, la piel artificial se utiliza para tratar a los grandes quemados y para las úlceras crónicas. Varios científicos están estudiando sus resultados en enfermedades como la epidermolisis bullosa, más conocida como piel de mariposa.