Es una de las enfermedades más mortíferas: la septicemia, una reacción descontrolada a la infección que puede empezar a paralizar los órganos en cuestión de horas.
En los hospitales se está tratando de reaccionar con mayor celeridad ante la primera señal de alarma, mientras los científicos parecen haber descubierto una pista sobre lo que podría desencadenar la mortífera reacción en cadena que mata a millones de pacientes por año en el mundo.
No hay un simple diagnóstico para la septicemia, o sepsis, pero presenta signos de advertencia si los profesionales de la salud le prestan particular atención, dijo el doctor James O’Brien, especialista en atención de pacientes críticos en el Centro Médico de la Universidad Estatal de Ohio.
Considerada alguna vez como un envenenamiento de la sangre, la septicemia es realmente la reacción excesiva del organismo para combatir una infección que a su vez produce lesiones en los tejidos, lo que conduce a la conmoción y paralización de órganos.
Eso no significa que la infección se haya extendido a todo el organismo. No siempre lo hace, aclaró el doctor Kevin Tracey, del Instituto Feinstein de Investigación Médica en Nueva York. En cambio, las interacciones complejas entre el microbio y el sistema inmunológico desbaratan este último.
“A esa altura, aunque uno erradique la bacteria _podemos hacer eso la mayor parte del tiempo_, el daño sigue propagándose debido a la reacción tóxica desencadenada”, dice Tracey, que ayudó a dirigir una reunión de expertos en septicemia la semana pasada que formó una “Alianza Global de Sepsis” para reclamar una atención más enérgica.
Aun algunos pacientes que sobrevivieron a la sepsis pueden no haber oído el término porque es un concepto tan complicado de explicar que muchos médicos se limitan a decir que se trataba de una infección resistente, dijo Tracey.
Y los primeros síntomas de la septicemia son imprecisos: confusión, aliento entrecortado, aumento del pulso cardíaco, caída de la presión sanguínea, debilidad.
La Alianza propone empezar con antibióticos y fluidos intravenosos, contrarrestar la conmoción o baja de presión sanguínea dentro de una hora de sospechas de que sea septicemia. Cada hora de demora disminuye la supervivencia en casi un 8%, aunque muchos hospitales no empiezan a proporcionar cuidado hasta las cuatro o aun seis horas, dijo O’Brien a la reunión.
De todos modos, con millones de muertes en el mundo y una altísima tasa de mortandad, se requieren nuevos tratamientos. Ahora científicos en Portugal han descubierto un nuevo culpable que podría ayudar a determinar qué pacientes corren mayor riesgo mortal, y apunta a un posible nuevo tratamiento.
Durante la septicemia, los glóbulos rojos se lesionan y despiden una sustancia ferrosa llamada heme, que normalmente forma parte de la hemoglobina que transporta oxígeno. Pero cuando se filtra en el flujo sanguíneo mientras el organismo experimenta mucha inflamación _como en la septicemia_, el heme se torna tóxico para los órganos, explica el investigador Miguel Soares en al Instituto Gulbenkian de Ciencia en Portugal.
En una serie de experimentos con ratones infectados, el equipo de Soares descubrió que los hemes extra conducían a más muertes.
El organismo produce en reacción una molécula para limpiar el heme, aunque en los ratones, a medida que aumentaba el nivel de heme, bajaban los niveles de dicha molécula, conocida como hemopexina.
Por eso inyectaron a los ratones enfermos hemopexina extra y más de ellos sobrevivieron, reportaron la semana pasada en la revista Science Translational Medicine.
Finalmente, Soares estudió muestras de sangre de 56 pacientes de septicemia en un hospital brasileño y halló que quienes habían sobrevivido tenían significativamente mayores niveles de hemopexina natural que quienes murieron.
El hallazgo plantea la posibilidad de que se elabore un medio de vigilar el riesgo de septicemia en los pacientes hospitalizados y posiblemente desarrollar una terapia en el futuro.