Energía y tecnología renovables Dos hechos que se encadenan de manera natural remarcan el verdadero contenido de la Segunda Revolución de las Pampas. El primero involucra a la soja, vilipendiada por una extraña corte de ignorantes disfrazados de “progresistas” que paradójicamente, y quizá sin saberlo, viven de ella.
Bad news, muchachos de la “cultura”: mañana, en el esperado recital de Bon Jovi en Ríver, la iluminación, el audio y toda la parafernalia usará biodiesel 100% como fuente de energía. El biodiesel se hace con aceite de soja. Gracias al crecimiento de la producción de soja y las inversiones de la industria procesadora, la Argentina es el mayor exportador mundial de aceite y de biodiesel.
La sustitución de gasoil y fueloil, derivados del petróleo, por biodiesel de soja, significa un ahorro de diez toneladas de carbono. El leit motiv del recital de Bon Jovi es precisamente contribuir a la reducción de los gases de efecto invernadero provenientes de la quema de combustibles fósiles. Cuatro generadores de gran potencia funcionarán con el biodiesel de la empresa UnitecBio, una de las grandes elaboradoras del biocombustible en la Argentina.
El hecho pone las cosas en su lugar. Muestra un costado muy positivo de la Argentina, que es el ingreso en la era de la energía renovable, una contribución sustantiva a la batalla contra el calentamiento global. Este es el principal desafío ambiental que afronta el planeta y el que mayor consenso alcanzó en la comunidad global. Argentina ya está sustituyendo el 7% del gasoil por biodiesel, y próximamente irá al 10% para el consumo masivo y al 20% para el agrícola. Y también está sustituyendo el 5% de la nafta con etanol proveniente de caña de azúcar y, próximamente, de cereales.
La soja no solo es una excelente fuente de proteínas para consumo humano y animal, sino que a través del biodiesel contribuye a la mejora del medio ambiente. Sin embargo, la ignorancia progre le sigue pegando. Progresistas en serio fueron los que la trajeron y enseñaron su cultivo. Como el gobierno peronista de los 70, que le dio un impulso definitivo.
El segundo evento también tiene que ver con el medio ambiente. Se ha descubierto que el embolsado de granos, una de las innovaciones más impactantes de esta era, no solo resuelve problemas de logística que sin su aparición hubieran sido insalvables. Además de permitir una cosecha más fluida, sin depender de la disponibilidad de camiones, el almacenaje hermético en grandes bolsas de polietileno produce una atmósfera con alta saturación de dióxido de carbono. Esto es incompatible con la vida de los insectos.
Hay estudios del INTA que lo corroboran. Inyectaron gorgojos y otras especies que proliferan en los granos almacenados, y al poco tiempo los recuentos daban una mortalidad del 100%. La novedad es que en Italia, un gran fabricante de fideos adoptó el almacenaje en bolsas para su línea de orgánicos. Una forma de evitar el uso de plaguicidas. En otros productos, como el girasol, se ha determinado una altísima concentración (70%) de CO2.
Es una cuestión de extraordinaria importancia. Hay empresas que ya ofrecen sensores que detectan el contenido de gases dentro de las bolsas, lo que permite un monitoreo del grado de saturación. El almacenaje anaerobico también impacta en la “huella de carbono”, porque implica menos respiración y en consecuencia menos CO2 emitido durante la conservación.
No faltará quien diga, y con razón, que se trata de polietileno, proveniente de la petroquímica. Pero esto es coyuntural: ya está resuelta la tecnología de producción de polietileno a partir del etanol. No pasará mucho tiempo antes de que las bolsas para almacenar granos vengan de los mismos granos… Este es el mundo en que vivimos. Pero aquí preferimos encontrar un problema donde, para el resto, está la solución