Pero hay una dimensión de la salud que muchas veces pasa desapercibida: la de aquello que consumimos sin darnos cuenta.
Porque salud no es solo lo que comemos. También es lo que vemos, lo que escuchamos, lo que leemos, lo que decimos, lo que creemos, lo que pensamos… y las personas que dejamos entrar en nuestra vida.
¿Te detenés a observar qué tipo de contenido consumís cada día? ¿Las voces que escuchás te impulsan o te apagan? ¿Tus vínculos te expanden o te limitan?
Una conversación que calma, un libro que inspira, una canción que moviliza, un silencio que cobija. Todo eso también alimenta.
Así como elegís con qué nutrir tu cuerpo, también podés elegir con qué nutrís tu mente y tu espíritu. No es una búsqueda de perfección, sino un camino de consciencia. De darte cuenta. De entender que cada cosa que dejás entrar… te construye.
Invertir en bienestar también es hacer espacio para la salud emocional y mental. Y eso empieza con una elección diaria: priorizar lo que te hace bien en todas tus dimensiones.
No se trata de cambiar todo de golpe. Se trata de empezar a mirar con más atención. Porque vivir con intención también es cuidar tu salud.
Por: Vale Muda Directora en Grupo MEDIHOME