Estamos en la primera línea, liderando cuidados, sosteniendo comunidades, acompañando procesos clínicos, emocionales y familiares. Y sin embargo, seguimos siendo invisibilizadas en la toma de decisiones, en la distribución de recursos, en los espacios de poder y en el reconocimiento institucional.
En América Latina, este fenómeno se replica con fuerza. En países como Argentina, Brasil, Colombia, México o Chile, las mujeres sostienen desde hace décadas el corazón operativo de los sistemas de salud: son médicas, enfermeras, terapistas, administrativas, trabajadoras sociales, acompañantes, cuidadoras. Pero su presencia sigue concentrada en los niveles más bajos de la estructura jerárquica, enfrentando techos de cristal, brechas salariales y sobrecarga laboral no remunerada.
No se trata solo de una injusticia laboral. Es un problema estructural. Porque sin una participación activa de las mujeres en los espacios donde se definen políticas, presupuestos y estrategias de salud, es imposible diseñar un sistema verdaderamente equitativo, sensible a las realidades diversas y capaz de generar transformaciones de fondo.
Por eso, hablar del rol de la mujer en el sistema de salud implica mirar más allá de las estadísticas de participación. Implica:
- Promover el liderazgo femenino en instituciones sanitarias, organismos públicos y empresas del sector salud.
- Garantizar condiciones laborales equitativas, reconociendo las brechas salariales y la doble carga que muchas mujeres enfrentan como profesionales y cuidadoras informales.
- Incorporar la perspectiva de género en la formación profesional y en la práctica clínica.
- Desarrollar políticas de salud pública que contemplen las necesidades específicas de las mujeres, tanto como usuarias del sistema como proveedoras de cuidado.
- Invertir en investigación y generación de datos desagregados por género para diseñar mejores políticas basadas en evidencia.
- Fortalecer redes de apoyo y acompañamiento entre mujeres que lideran en salud, promoviendo espacios de mentoría, visibilidad y desarrollo profesional.
La equidad de género en salud no es solo un principio ético. Es una estrategia inteligente para construir un sistema más eficiente, sensible y centrado en las personas. Es reconocer que cuidar a quienes cuidan también es una prioridad.
Desde mi lugar, trabajo todos los días para visibilizar estos temas, generar conversación y abrir caminos. Porque transformar el sistema de salud también es una causa de las mujeres. Y porque no podemos hablar de salud sin hablar de justicia.
Por: Vale Muda Directora en Grupo MEDIHOME