El síndrome de burnout, o de “estar quemado”, se ha convertido en una epidemia silenciosa que afecta a millones de personas en todo el mundo. Lejos de ser un simple cansancio, es un estado de agotamiento físico, emocional y mental profundo, directamente relacionado con el ámbito laboral. En Argentina, las cifras son alarmantes y posicionan al país a la cabeza del ranking regional de desgaste profesional.
Para Daniel Coronel, diplomado en Cabalá y biodescodificador, el burnout puede entenderse desde una perspectiva metafísica como un profundo desequilibrio energético. Según Coronel, el ser humano opera en un sistema de tres columnas: dar (polo positivo), recibir (polo negativo) y una columna central que representa el equilibrio. Cuando damos más de lo que recibimos, o ignoramos las señales de nuestro cuerpo y mente que nos piden parar, generamos un “fogonazo” energético que nos deja “quemados”.
“Si buscando la luz, te encuentras con la oscuridad es que tu proceso no ha sido efectuado respetando y entendiendo la verdadera capacidad de tu recipiente”, explica Coronel.
Esta metáfora del “recipiente” es clave en su enfoque: cada persona tiene una capacidad limitada para albergar estrés y demandas. Cuando la presión excede esa capacidad, el recipiente estalla. Reconocer nuestros límites, aprender a decir “no” y equilibrar el dar y el recibir son las herramientas fundamentales para no caer en el abismo del burnout.
Las estadísticas más recientes pintan un panorama preocupante para Argentina. Según el estudio “Burnout 2025” de Bumeran, el país lidera por cuarto año consecutivo el ranking de burnout en la región.
| País | Porcentaje de Burnout (2025) |
| Argentina | 92% |
| Chile | 89% |
| Panamá | 79% |
| Perú | 78% |
| Ecuador | 75% |
El informe, que encuestó a 2.750 trabajadores, revela que el 92% de los argentinos se siente “quemado” por su trabajo, un punto porcentual más que en 2024. Los síntomas más comunes son la falta de energía (53%), el negativismo hacia el trabajo (41%) y una disminución en la eficacia laboral (22%).
Las causas son multifactoriales, pero el estudio destaca el trato de los superiores (24%), la falta de claridad en las funciones (21%) y la sobrecarga laboral (18%) como los principales detonantes. A esto se suma una cultura de hiperconexión, donde al 37% de los trabajadores le resulta imposible desconectarse al finalizar la jornada.
Daniel Coronel sostiene que la prevención es la herramienta más eficaz y que esta pasa por escuchar las señales de nuestro cuerpo y respetar nuestros límites. “El ser humano aprende por amor o por dolor”, afirma, y en la mayoría de los casos, es el dolor de un colapso el que nos obliga a cambiar.
Para quienes ya han experimentado el “fogonazo”, Coronel enfatiza que la clave está en aprender la lección. “El dolor despierta”, señala. Desde su perspectiva, es fundamental reconocer los propios límites y entender que para recibir más es necesario “hacer crecer el recipiente” de forma consciente y paulatina. Este proceso de autoconocimiento es esencial para no repetir el ciclo de agotamiento.
El burnout no es un fracaso individual, sino un síntoma de una cultura laboral que exige más de lo que podemos dar. Es imperativo que tanto las empresas como los individuos tomen conciencia de esta problemática y trabajen en conjunto para crear entornos laborales más saludables, equilibrados y, en definitiva, más humanos.
