“No es un camino de rosas, pero el final es muy reconfortable””. Así es como Consuelo (de 45 años) describe el proceso de reconstrucción del pecho. Una vez superado el cáncer de mama, decidió dar este paso: “”Enseguida me animé y pregunté a mi oncóloga si yo podía someterme a esta intervención””.
“
Al cabo de dos años, se puso en manos de un cirujano plástico en el Hospital Clínico de Valencia y hoy está “encantada” con los resultados. Después de haber sufrido el cáncer, “tienes que tener mucha fuerza de voluntad y gente que te apoye para volver al quirófano”. Además, el postoperatorio no es fácil, “duele, implica tener que ir al hospital ‘día sí y día no’ para que te hagan las curas pertinentes, que te quiten los drenajes, los puntos…”. Pero al final “merece la pena”, apostilla Consuelo.
Hay varias técnicas para dar forma al ‘nuevo’ pecho. Fundamentalmente dos: “A través de implantes (gel de silicona) o con tejidos de la propia paciente, sobre todo procedente de la espalda y del abdomen”, explica Elena Jiménez, miembro de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (SECPRE).
La elección de la técnica depende de las características del tumor, de la anatomía y los deseos del paciente. Los especialistas le recomendaron a Consuelo ‘Latissimus’ , que consiste en trasladar una porción de piel, grasa y músculo de la espalda a la zona del pecho. “La operación duró unas cuatro horas y los cuidados del postoperatorio un mes y medio, más o menos”, explica la paciente. Pero, en vista de los resultados, “se lo recomiendo a todo el mundo, que no tenga miedo al quirófano y se anime”.
Adiós a las prótesis
Una vez reconstruido el pecho, lo primero que hizo Consuelo fue “ponerme un escote y olvidarme de las prótesis […] Quería verme a mí misma como el primer día y sentirme otra vez mujer”. Un sentimiento muy común entre las afectadas por una mastectomía (pérdida de la mama). “No se identifican, no se reconocen, les cuesta mirarse al espejo…”, señala Carmen Yélamos, psicooncóloga y directora de la Fundación del Instituto Madrileño de Oncología (IMO).
La reconstrucción, añade la psicooncóloga, tiene un efecto inmediato en la autoestima. “Repercute en la estabilidad emocional, tiene menos riesgo de depresión y, poco a poco, les permite recuperar la seguridad en las relaciones con los demás”.
Pero este proceso no termina cuando se da volumen en la zona del tórax. A los cuatro meses de esta intervención, cuenta Consuelo, para mantener la simetría entre ambos pechos, “me tuvieron que reducir volumen de la mama sana y, finalmente, al cabo de un mes, me pusieron la areola y el pezón”. En definitiva, en un año pasó tres veces por quirófano (reconstrucción, simetría y pezón) y hoy sólo puede decir que, “a pesar de ser un procedimiento duro, ha merecido la pena”.