Esa energía que sentimos cuando algo nos entusiasma, cuando una idea nos inspira o cuando todo parece alinearse para arrancar.
Pero, ¿qué pasa cuando la motivación no aparece? ¿Qué hacemos en esos días en los que el entusiasmo no alcanza?
La respuesta está en una palabra que puede parecer menos impactante, pero que lo cambia todo: DISCIPLINA.
Mientras que la motivación es fluctuante, la disciplina es constante. La motivación sube y baja como una curva impredecible, pero la disciplina es esa línea ascendente que nos empuja a avanzar incluso cuando no hay ganas, cuando hay dudas o cuando los resultados no llegan tan rápido como esperamos.
Disciplina es levantarse igual. Es seguir, incluso sin aplausos. Es sostener lo que dijimos que haríamos. Es lo que nos permite construir hábitos sostenibles, resultados reales y crecimiento genuino.
En el sector salud, donde lidero equipos y proyectos, esto es evidente. La motivación puede ser el motor inicial, pero es la disciplina la que garantiza la calidad, la mejora continua y el compromiso a largo plazo.
No se trata de elegir una o la otra. Ambas son importantes. Pero si tuviera que apostar a una para sostenerme en el tiempo, siempre elijo la disciplina.
Porque ahí, en lo cotidiano, en lo silencioso, en lo que repetimos una y otra vez, es donde se construyen las verdaderas transformaciones.
¿Vos en qué te apoyás más? ¿Motivación o disciplina?
Por: Vale Muda Directora en Grupo MEDIHOME