Algunas metas parecen lejanas, hasta que un salto preciso nos demuestra lo cerca que estaban.
De chica jugaba a cielo abierto.
Descalza de tecnología, vestida de imaginación.
Los juegos no se compraban, se inventaban con lo que había.
No venían en cajas ni traían instrucciones: se aprendían como los cuentos, por transmisión.
Yo era, a mi manera, inventora de mundos, actriz, empresaria y poeta . Y la rayuela, era mi universo.
En las horas del sol, el tablero trazado con tiza aparecía en la vereda: un rectángulo de casillas numeradas, coronado por un gran cielo.
El desafío: avanzar sin pisar las líneas.
Saltos que exigían equilibrio, estrategia y paciencia.
Quien erraba, esperaba.
Quien llegaba al cielo, celebraba su pequeña gran victoria.
Un juego silencioso, casi místico, donde cada salto era un puente entre la tierra y los sueños.
Hoy no dejé de jugar.
Solo cambié la rayuela por proyectos, pero el impulso hacia el cielo sigue siendo el mismo.
En el marco del día de las infancias, me animo a preguntar: ¿Y a vos qué juego de tu infancia te preparó —sin saberlo— para lo que hacés hoy?
Por Nora Mosso Gerente de Marketing en SanCor Salud Grupo de Medicina Privada – Leading Women 2020